¡Hola! ¿Qué tal estás?

Hoy quiero hablarte de la infancia, donde todo pasa, donde nos formamos como personas, donde nacen nuestras creencias, nuestros valores, donde empiezan las etiquetas y las capas, donde empezamos a construir una identidad para ser aceptados, valorados y reconocidos por nuestras figuras de referencia.

En nuestra mano está poder educarles para que puedan entenderse y autorregularse. Para que puedan gestionar sus emociones, sean las que sean, sin necesidad de ocultarlas ni taparlas. Entendiendo que todo lo que puedan sentir es bienvenido, que merece ser escuchado y mirado para que no se enquiste. Para que no se quede dentro, incluso aquello que no queremos ver ni oír. Que puedan sentir rabia, que puedan estar tristes y mostrarlo. Pero aquí entra nuestra propia capacidad de autorregularnos, de aceptar y dar voz a todo aquello que nos pasa, sin capas, sin filtros. 

 
¿Cómo vamos a enseñarles a aceptar sus emociones si no lo hacemos con las nuestras?
Frases como «no llores», «no estés triste», «no pasa nada», «no te enfades, …” Están a la orden del día. Sin querer estamos diciéndoles que no muestren lo que sienten, que lo que les pasa no está bien, que deben sentir otra cosa, que no nos gusta aquello que están mostrando. Les estamos condicionando lo que deben sentir y mostrar. Nosotras somos su referente, su modelo a seguir, su seguridad, su sostén, por lo que harán lo que sea necesario para obtener nuestra aceptación, nuestra aprobación y nuestra atención, lo que se traduce en nuestro AMOR.
 
Necesitamos trabajarnos, reaprender todos aquellos vicios que no nos hacen bien, empezar a querernos un poco más, dejar de pretender y empezar a ser la persona que somos. Entender que podemos vivir la vida que queremos vivir, en bienestar, en paz, en coherencia con lo que somos y lo que nos hace vibrar, sin peros. 
 
Quizás necesitaremos volver a nuestra infancia por unos instantes y observar con mucha compasión todo aquello que no fue visto, aquello que quedo en un rincón, todos esos sentimientos reprimidos que no supimos sacar a la luz en su momento, abrazar la herida que aún tenemos abierta, porque por mucho que duela revivirla es la única forma de sanarla, de que mangue el dolor de fondo, y así dejar de evadirnos de una vez, dejar de tapar y fingir que todo va bien y solo así seremos capaces de escucharnos de verdad, empatizar con nosotros mismos, tratarnos con compasión y cariño y hacer lo mismo con ellos.

Es el momento de indagar y ver la persona maravillosa que hay ahí dentro. Solo así podremos ver las personitas que tenemos delante y amarlas y aceptarlas sin condiciones.


Te acompaño.
Te espero al otro lado.

pd_En la foto mis dos personitas favoritas con las que crezco, aprendo y me nutro cada día.

pd2_ El título de hoy hace referencia a un libro que os recomiendo muchísimo. «Infancia, la edad sagrada. Años sensibles en que nacen las virtudes y los vicios humanos» de Evania Reichert.

Un fuerte abrazo,

Carlota

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