¡Hola!
¿Cómo estás?

Llevo tiempo sin escribir, son tiempos intensos, de mucha entrega, de dormir poco, de mucha paciencia, de disfrutar como nunca, de felicidad absoluta y de querer huir, lejos, donde solo se escuche el ruido de mar de fondo. Son tiempos de compartir, de reír hasta quedarte sin aire, de poner límites, de aprender dónde están los tuyos, de mucha escucha, de diálogo, de dejar el ego a un lado. Son tiempos donde todo pasa, tiempos para las emociones, de todas las formas y colores.

Son tiempos para aprender, para crecer, para nutrirte y poder nutrir. Pero sobretodo son tiempos para el amor, que todo lo llena y lo inunda, y permite que te quedes y no huyas lejos donde solo se escuche el ruido del mar.
Así es la maternidad, ella, la que te pone delante tus luces y tus sombras, la que te hace sentir más viva que nunca, la que hace superarte cada día, la que te lleva a lugares que nunca creíste que llegarías, la que te plantea cosas que nunca creíste que podrías plantearte. A ella le doy las gracias, por hacerme la persona que soy ahora, por acompañarme en este camino tan precioso e intenso y haberme dado tanto, tanto, TANTO.

Os dejo con un texto de Roy Galán que espero que os resuene tanto como a mí.

“Agotada.

Pero no puedes quejarte.

Porque si te quejas eres una mala madre.

Eres alguien que no «valora» lo que tiene.

Eres una desagradecida.

Pues no haberlos tenido.

Te jodes.

A las mujeres se las enseña a vivir la maternidad con culpa.

Esa que tiene que ver con el miedo a no estar a la altura de una idea que es mentira.

Porque nadie puede con todo.

Porque es lícito pedir ayuda.

Porque puedes sentir que te arrepientes, que echas de menos tu vida anterior, que te gustaría estar sola durante un rato.

Pero te hacen creer que sentir eso no está bien.

Que si sientes eso es que no quieres a tus hijos.

No.

Lo que sucede es que también te quieres a ti misma.

Que antes de ser madre eras mujer.

Que quieres seguir siéndolo.

Que esta es tu única vida y tu única vez aquí.

Que no vas a volver.

Y sí, qué bien la maternidad. ¿Pero y tú? ¿Dónde estás tú? ¿Dónde está esa niña que fuiste y que también hoy necesita ser cuidada?

No puedes abandonar a las mujeres que te habitan.

Contradictorias y vivas.

No puedes sacrificar todas las que eres en favor de una sola.

Madre.

Porque no es justo y porque nadie puede exigirte eso.

Tienes que pensar también en ti.

Poner límites y hacer entender a la gente que te rodea que si necesitas tu espacio y tu tiempo.

Esa habitación propia que diría Virginia Woolf.

Es porque tienes derecho a ella.

Es porque sin ella te acabas.

Es porque para que tus hijos e hijas puedan ser libres.

Has de enseñarles que tienen una madre libre.

Que a veces se va un rato.

Para poder volver de verdad.”

Un fuerte abrazo,

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